PAULO LEMINSKI
o ex-estranho*

Reynaldo Jiménez


Si bien declaró haber empezado concretista, dejó sueltas estelas de sincretista. La tradición moderna del arte en Brasil —que el concretismo desde luego no concluyó— no podría tener sino hijos naturales. Oswald de Andrade, en los inicios de la antropofagia, verdadero proyecto americano por encima de eventuales estéticas, había barajado: Sólo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente. Tupy or not tupy, that is the question… La fonéticaética de esa frase oswaldiana es la puesta en práctica —no la demostración— de esta rumia metamórfica, al asumir la cruza tanto o más que esta o aquella Tradición, esta o aquella Metáfora. Siendo lo propio el intercambio: el pasado o lejanía que representa Europa, seguida de su Oriente, y, tupi, ab-origen, Brasil precolombino, en razón de la por lo menos dúplice presencia de lo borrado-por-La-Historia. Así el influjo no se cumpliría apenas como repetición formal o camuflage en la mímesis de lo dado a definición, sino como un dejarse atravesar para la asimilación propiciatoria, a su vez, de nuevo influjo: posibilidad de trastrocar lo decretado tope a la experiencia. Y esa especie de liberación de lo imprevisto, donde se aprecia lo latente, la semilla, puede acontecer cuando resurge una cierta polivalencia o abolición de los sobreentendidos, pues ya la identidad no cierra. Entonces, el condicionamiento perceptual a que estamos sometidos, es burlado en el lenguaje, justo allí donde se hacía más urgente. Otro tropicalista, Caetano Veloso, pudo redesdecirlo samba-rap: Mi patria es mi lengua. Yo no tengo patria, tengo matria y quiero fratria…

Oswald: …nunca admitimos el nacimiento de la lógica entre nosotros…

Paulo: En términos planetarios, escribir en portugués y permanecer callado son más o menos la misma cosa. La lengua portuguesa es un destierro, un exilio, un confinamiento.

En carta a Regis Bonvicino (1977), Leminski refiere que Décio Pignatari, uno de los integrantes del grupo Noigandres, núcleo concretista de São Paulo, le ha manifestado la necesidad de «acabar con el concretismo». Leminski siente, en ese deseo o premonición de Pignatari, «algo así como la transmisión de la lámpara». Sólo que por entonces él ya había consumado con creces esa transmutación escribiendo y publicando (1975) Catatau 1, en que algunos comentaristas afirmaron ver «una novela ilegible» y otros «prosa experimental». Para un retrospectivo Leminski, se trataría de una novela-idea, aunque tal vez haya sido el propio Haroldo de Campos quien zanjara el asunto al alegar una leminskíada barrocodélica. En la entrevista con Regis Bonvicino, Leminski sonríe: «Descartes/Cartesio está sentado debajo de un árbol en el parque de Nassau, en la Recife holandesa, en el Brasil de 1630, con una lupa en una mano y una pipa de maconha en la otra…».
Aquí la escritura es pensamiento que devuelve al entusiasmo, es decir, a la desnudez: nunca sé por cierto / si soy un chico de dudas / o un hombre de fe. La abundancia de este itinerario de prematura interrupción (en 1989, a los 44 años) da cuenta de una diversidad de intereses-registros. Al traductor, al compositor de canciones y samurai futurista, se suma el móvil autor de poemas (inutensilios), ensayos, cartas, literatura infantil…

Paulo: Existe una paradoja en los productos culturales, superiores frutos del trabajo humano: ellos sobre-viven al autor, son una venganza de la vida contra la muerte. Por otro lado, sólo pueden hacer eso, porque son muerte: suspensión del flujo del tiempo, pompas fúnebres, piràmide de Egipto.

Desde esta Buenos Aires roturada, impedida de rótulos y torturas de toda ley, ¿cuál parte asumimos en el intercambio con estos despropósitos generales, estas profesiones de fiebre a que un incisivo y sutil uso del portugués incita? A la división geopolítica, a su violencia de estatuto implantado como si fuese naturaleza, se suma, en esta carencia de conversación sin aduanas, una inverosímil competencia «cultural» —a todas luces perimida— que pretende ampararse, con celo o idiosía de aterrada, a la sombra de las diferencias idiomáticas: indiferencia que somatiza un prejuicio. Miedo ante la intensidad sin duda contagiosa de semejante rigor antropofágico. Fuerza o gracia con que el poeta —precisamente— amplía, multiplica y desmiente lo real.

 


1 Algunos pasajes —al parecer los únicos vertidos en nuestro idioma—, a cargo de Roberto Echavarren, aparecen en: Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí: Medusario. Muestra de poesía latinoamericana, México, Fondo de Cultura Económica, 1996. Este libro también incluye, entre los poetas brasileños, textos de Haroldo de Campos y Wilson Bueno. También pueden encontrarse varios ensayos y artículos sobre Leminski, así como inéditos, manuscritos, su propia voz recitando y varia información acá en Kamiquase, dossier virtual de São Paulo dirigido por Elson Fróes.

 

Reynaldo Jiménez: poeta y ensayista nacido en Lima y residente en Buenos Aires. Su último libro publicado: La curva del eco (poesía, 1998). Integra el grupo editor de la revista tsé=tsé. e-mail: tsetse@sinectis.com.ar

 

*OBS.: Estas anotaciones (con algunos recortes de información dirigidos a los lectores de habla hispana, que aquí no tendrían razón de ser) son el introito a una abundante muestra poética de P. L. del número 6 de tsé=tsé, cuyo link en Kamiquase es: p. leminski en español.

Copyright © by Reynaldo Jiménez

 

Û Ý pop
box
´ ¥ Ü * e-mail: Elson Fróes